Los objetivos globales de uso sostenible de la naturaleza solo se lograrán con cambios económicos, políticos, sociales y tecnológicos transformadores

La Plataforma Intergubernamental Científico-Política sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos ha hecho público en París —con motivo de su séptima sesión plenaria (IPBES 7)— el Resumen para responsables  políticos del informe global de evaluación del estado de la diversidad biológica y los servicios ecosistémicos. Este advierte que el mundo se enfrenta a un declive de la naturaleza sin precedentes, con un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción. Los esfuerzos dedicados hasta ahora a la protección y restauración de la naturaleza son insuficientes. Se necesitan cambios transformadores en el ámbito económico, político, social y tecnológico para acelerar la acción.

 

 

En palabras de sir Robert Watson, presidente de IPBES, «la salud de los ecosistemas de los que nosotros y todas las demás especies dependemos se está deteriorando más rápidamente que nunca». «Estamos erosionando los cimientos de nuestras economías, medios de vida, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo».

 

 

Pero el análisis también nos dice que no es demasiado tarde para revertir la situación, si empezamos a trabajar ahora en todos los niveles, desde lo local hasta lo global. «A través de un cambio transformador, la naturaleza todavía puede conservarse, restaurarse y usarse de manera sostenible, lo que también es clave para cumplir la mayoría del resto de objetivos globales. Al hablar de “cambio transformador”, nos referimos a una reorganización fundamental de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos paradigmas, objetivos y valores».

 

 

Los Estados miembros del plenario de IPBES reconocen que debido a la propia naturaleza del necesario cambio transformador, este puede sufrir la oposición de aquellos con intereses en el status quo, pero también afirman que dicha oposición puede ser superada, si se prioriza «un bien público más amplio», aseguró.

18 categorías analizadas de contribuciones de la naturaleza

Los resultados de la Evaluación Global son fruto de un análisis llevado a cabo por 145 expertos de 50 países durante los últimos tres años, con aportaciones de otros 310 autores, que han consultado casi 15 000 referencias científicas y gubernamentales y han revisado de forma sistemática más de 2000 estudios. El documento evalúa los cambios registrados en las últimas cinco décadas, y proporciona una imagen completa de la relación entre las vías del desarrollo económico y sus impactos en la naturaleza. También ofrece una gama de posibles escenarios para el próximas décadas.

 

Los indicadores empleados han sido seleccionados sobre la base de la disponibilidad de datos globales, su uso previo en evaluaciones y alineación con 18 categorías de contribuciones de la naturaleza a las personas —Nature´s Contributions to People, NCP—. Para muchas categorías de contribuciones de la naturaleza, se han considerado dos indicadores, que muestran diferentes aspectos de la capacidad de la naturaleza para contribuir al bienestar humano dentro de dicha categoría. Los indicadores están definidos de forma que un aumento en el indicador se asocia con una mejora en las contribuciones de la naturaleza.

 

La publicación tiene como objetivo proporcionar información rigurosa y basada en la ciencia para apoyar mejores decisiones políticas y medidas de acción para la próxima década. Además, se trata de la primera evaluación global que examina sistemáticamente e incluye el conocimiento y las prioridades de las comunidades indígenas y locales.

 

El informe también proporciona una visión general de la situación del mundo en relación con los objetivos e instrumentos internacionales, como los ODS, las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica y el Acuerdo de París sobre el cambio climático.

Mensajes clave

Hay más de un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción„

La abundancia media de especies nativas en la mayoría de los principales hábitats terrestres ha disminuido en al menos un 20 %, principalmente desde 1900. «Esta pérdida es un resultado directo de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el bienestar humano en todas las regiones del mundo». 

 

Más del 40 % de las especies de anfibios, casi el 33 % de las formaciones de arrecifes de coral y más de un tercio de todos los mamíferos marinos están amenazados.

El panorama es menos claro para las especies de insectos, pero la evidencia disponible respalda una estimación tentativa de que un 10 % de las especies están amenazadas.

 

Al menos 680 especies de vertebrados se han extinguido desde el siglo XVI y más del 9 % de todas las razas domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación y la agricultura se habían extinguido en 2016. Además, al menos otras 1000 razas están amenazadas.

 

Para incrementar la relevancia política del informe, los autores de la evaluación han clasificado, por primera vez a esta escala y basándose en un análisis exhaustivo de la evidencia disponible, los cinco impulsores directos del cambio en la naturaleza.

Los 5 impulsores directos del cambio en la naturaleza con los mayores impactos globales relativos son: cambios en el uso de la tierra y el mar, explotación directa de organismos, cambio climático, contaminación y especies exóticas invasoras„

Imagen: IPBES. 

Estos cinco impulsores directos son el resultado de una serie de causas subyacentes, los impulsores indirectos del cambio que, a su vez, están respaldados por valores y comportamientos sociales entre los que se incluyen patrones de producción y consumo; dinámicas y tendencias de la población humana; e innovaciones comerciales, tecnológicas y locales como consecuencia de la gobernanza global.

 

Para los ecosistemas terrestres y de agua dulce, el cambio en el uso de la tierra ha tenido el mayor impacto negativo relativo en la naturaleza desde 1970, seguido de la explotación directa, en particular, la sobreexplotación de animales, plantas y otros organismos, principalmente a través de la recolección, la tala, la caza y la pesca. En los ecosistemas marinos, la explotación directa de los organismos (principalmente la pesca) ha tenido el mayor impacto relativo, seguida del cambio en el uso de la tierra y el mar.

 

Desde 1970, las tendencias en la producción agrícola, la captura de peces, la producción de bioenergía y la cosecha de materiales han aumentado. 

La capacidad de la naturaleza para mantener sus contribuciones a la buena calidad de vida ha disminuido en 14 de las 18 categorías de contribuciones de la naturaleza a las personas„

En la mayor parte de los casos, esta reducción se ha producido en contribuciones relacionadas con las funciones reguladoras de los ecosistemas y no materiales (inspiración y aprendizaje, experiencias físicas y psicológicas, apoyo al desarrollo de la identidad —que son fundamentales para la calidad de vida y la integridad cultural, incluso cuando su valor agregado es difícil de cuantificar—).

 

Por ejemplo, aunque el valor de la producción agrícola se ha triplicado desde 1970 (en 2016, alcanzó un valor aproximado de 2600 millones de USD), la tala de madera ha aumentado un 45 % (se situó en cerca de 4000 millones de m3 en 2017) y la industria forestal emplea a unos 13,2 millones de trabajadores, los indicadores de las contribuciones relacionadas con las funciones reguladoras de los ecosistemas muestran que el carbono orgánico del suelo y la diversidad de los polinizadores ha caído. Esto se traduce en que las ganancias logradas en las contribuciones materiales no son siempre sostenibles.

 

En la actualidad, la degradación de la tierra ha provocado una reducción de la productividad de un 23 % del área terrestre total. A esto hay que sumar que entre 235 000 y 577 000 MUSD derivados de la producción mundial de los cultivos están en riesgo como consecuencia de la pérdida de polinizadores. Además, la pérdida de hábitats costeros y arrecifes de coral reduce la protección costera, lo que aumenta el riesgo para la vida y las propiedades de los entre 100 y 300 millones de personas que viven en zonas costeras inundables, como consecuencia de inundaciones y huracanes.

El cambio climático es un impulsor directo que exacerba cada vez más el impacto de otros impulsores en la naturaleza y el bienestar humano„

Se estima que los seres humanos causaron un calentamiento observado de aproximadamente 1 °C en 2017, en relación con los niveles preindustriales, con un aumento promedio de las temperaturas en los últimos 30 años de 0,2 °C por década. La frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos y los incendios, las inundaciones y las sequías que pueden provocar han aumentado en los últimos 50 años, mientras que el nivel medio global del mar ha aumentado entre 16 y 21 cm desde 1900, a una tasa de más de 3 mm por año en las últimas dos décadas. Estos cambios han contribuido a impactos generalizados en muchos aspectos de la biodiversidad, incluidas la distribución de especies, la fenología, la dinámica de las poblaciones, la estructura de las comunidades y la función de los ecosistemas.

 

El informe señala que, desde 1980, las emisiones de gases de efecto invernadero se han duplicado, elevando las temperaturas medias globales en al menos 0,7 grados centígrados. Debido a que el cambio climático ya está afectando a la naturaleza desde el nivel de los ecosistemas hasta el de la genética, se espera que los impactos aumenten en las próximas décadas; en algunos casos, superando el impacto del cambio de uso de la tierra y el mar y otros conductores.

 

Los objetivos globales en materia de conservación y uso sostenible de la naturaleza y el logro de la sostenibilidad no se pueden alcanzar con las trayectorias actuales„

Asimismo, los objetivos establecidos para 2030 y más adelante solo pueden lograrse a través de  cambios transformadores en factores económicos, sociales, políticos y tecnológicos.

Los descensos rápidos y actuales en la biodiversidad, las funciones de los ecosistemas y muchas de las contribuciones de la naturaleza a las personas significan que la mayoría de los objetivos sociales y ambientales internacionales —como los que figuran en las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible— no se lograrán mediante los actuales modelos. Estas disminuciones también socavarán otros objetivos, como los especificados en el Acuerdo de París adoptado bajo el la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y la Visión 2050 para la Biodiversidad.

 

Las tendencias negativas actuales en la biodiversidad y los ecosistemas socavarán el progreso hacia un 80 % (35 de 44) de los objetivos evaluados de los ODS relacionados con la pobreza, el hambre, la salud, el agua, las ciudades, el clima, los océanos y la tierra.

Ante el reto de conservar, restaurar y usar de manera sostenible la naturaleza, al tiempo que se alcanzan otros objetivos sociales globales, un componente clave es la evolución de los sistemas financieros y económicos globales para construir una economía global alejándose del paradigma limitado actual del crecimiento económico.

Contabilidad del capital natural, alternativa recomendada para mejorar la sostenibilidad

Según recoge el resumen para responsables políticos de la Evaluación Global, los responsables de la toma de decisiones disponen de una gama de opciones y herramientas para mejorar la sostenibilidad de los sistemas económicos y financieros. Lograr una economía sostenible implica realizar reformas fundamentales en los sistemas económicos y financieros y abordar la pobreza y la desigualdad como partes vitales de la sostenibilidad.

Los gobiernos podrían reforzar subsidios e impuestos para apoyar a la naturaleza y sus contribuciones a las personas eliminando incentivos perversos„

En su lugar, los expertos de IPBES proponen la promoción de diversos instrumentos, como los pagos relacionados con indicadores sociales y ambientales.

 

A escala internacional, entre las opciones para reaccionar a los desafíos generados por el desplazamiento de los impactos del consumo y la producción insostenibles en la naturaleza se cuentan tanto repensar los instrumentos establecidos como el desarrollo de otros nuevos para tener en cuenta los impactos en el largo plazo. Acuerdos comerciales y mercados de derivados podrían reformarse para promover la equidad y evitar el deterioro de la naturaleza, aunque existen incertidumbres asociadas con su implementación. Al mismo tiempo, modelos alternativos y medidas de bienestar económico —como la contabilidad de la riqueza inclusiva, la contabilidad del capital natural y los modelos de decrecimiento— son considerados cada vez más como enfoques posibles para equilibrar el crecimiento económico y la conservación de la naturaleza y sus contribuciones, y para reconocer las repercusiones, el pluralismo de valores y el largo plazo.

 

Los cambios estructurales en las economías también son clave para cambiar la acción a largo plazo, incluidos los regímenes de innovación tecnológica y social y los marcos de inversión que internalizan impactos ambientales como las externalidades de las actividades económicas, incluso abordando los impactos ambientales de manera socialmente justa y apropiada.

La internalización generalizada de los impactos ambientales, incluidas las externalidades asociadas con el comercio a larga distancia, es considerada tanto un resultado como un componente de economías sostenibles mundiales y nacionales.

 

Fuente: IPBES.

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